Querida Mary:
Te escribo estas líneas para comunicarte lo angustiada y mal que me siento porque hace unos días atrás ocurrió una terrible desgracia, la muerte de mi enamorado Werther.
¡Ay Mary! Necesito contarte cómo fue que sucedió.
Werther, cada vez se enamoraba más de mí y su amor no correspondido lo llevó a ponerle fin a su vida. Fue encontrado por su criado en la alcoba, tendido en el suelo, bañado en sangre y con una pistola a su lado.
El criado lo llamó, lo sacudió pero no respondió. Apenas respiraba. El pulso le latía aun, pero todos sus miembros estaban paralizados. La bala había entrado por encima del ojo derecho y le había hecho saltar los sesos.
Unas manchas de sangre que se veían en el respaldo de su silla indicaban que había consumado el suicidio sentado delante de la mesa donde escribía y que en las convulsiones de la agonía había rodado al suelo. Se hallaba boca arriba. Su rostro tenía ya el sello de la muerte. No se movía, pero sus pulmones emitían un ronquido espantoso, unas veces de modo casi imperceptible, otras, con ruidosa violencia. Se esperaba que de un momento a otro exhalase el último respiro. A las doce del mediodía murió. Su cadaver fue enterrado por la noche a las once.
¡Ay gordita! ¡No sabes cómo estoy! Destrozada por dentro y muy, pero muy triste, no lo puedo evitar. Su ausencia me desespera, más aun que han pasado varios días desde aquel en el que murió. Y sabes una cosa... Debo confesarte que lo amo muchísimo más de lo que yo creía. Era una persona amable, bondadosa y comprensiva. No sabes cuánto lo extraño y lo sigo amando con mucha intensidad.
Bueno mi querida amiga, me despido y espero verte muy pronto.
Un beso muy grande,
Carlota.
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